martes, 4 de septiembre de 2012

JUEGOS Y RECUERDOS



José Ángel Meléndez

 

José Meléndez en plena actuación.  Al fondo Luis Enrique Torres

                    La magia impregna el espacio, es como un juego de sugestiones que definitivamente invita a revisar detalle a detalle el escenario, donde se descubren los elementos bajo un halo de luz, que prepara la atmósfera de sueños y pasados. Fácilmente podemos descifrar la escena poética, Ascaniana que nos tiene acostumbrado a ver el Teatro Estable de Villa de Cura.
                   En estos 29 años de existencia han sido muchas las anécdotas y experiencias que nos han tocado vivir desde nuestra fundación el 9 de marzo de 1982.
                   Todos, sin lugar a dudas, los que hemos crecidos bajo este techo, hemos marcado huellas en el existir; han sido esos espejos rotos y baúles empolvados quienes han cargado el testimonio vivo de cada creación; de cada aplauso; de  cada mutis; la escenografía como el vestuario se nos han desgastado en el cuerpo, conservando siempre la ética, la mística de que el público no se entere de los que está detrás de estos telones; la realidad está allí en medio de ese oscuro pasillo, donde los ecos se expanden y la crisis económica y social, de hacer teatro, de ser artista en Villa de Cura. Cobran y exigen un duro sacrificio; noches  insomnes,  desvelo; el cansancio agotador de los jóvenes actores que durante casi tres décadas, hemos permanecido allí, frente a un público que exige un buen espectáculo, creyendo en el arte, creyendo en el teatro.
  
               Sueños, que bajo la mirada de Gardel nos han acompañados con un olor a carne roída, que corren por una escalera de emergencia, espectros de divos, que como muchos de esos recuerdos, transitan como juegos en la soledad perenne, dados por ese  aliento de ese público que pide que se repita una próxima temporada, y que se pueda escuchar entre los asistentes el murmullo de un bravo, que insta a repetir la obra. Son ellos quienes han sido consecuentes durante estos años.

               Hablar del Teatro Estable es para mí hablar de mi vida, en él crecí y me hice hombre, artista, a Dios y a él, le debo lo poco o lo mucho que puedo ser, hacer, pensar, decir, actuar...en fin, es la gran escuela. En él me formé oyendo viejos boleros que recuerdan dictadura; en él aprendí a ocultar la tristeza corriendo por detrás de esos telones cerrados,…….. por medio de esas butacas vacías,….. en aquel desarreglado camerino……. En él crecí y me hice hombre, no dejando de ser niño.
           Como errantes pasajeros hemos caminado San Francisco, Magdaleno y la Villa, con nuestras melodías, ni ton ni son bajo la lluvia, y esa pálida magnolia que muchas veces nos han invadido en busca de una sede propia, en busca de una reivindicación humana, justa.
           Esta escena nos ha tocado representar quienes protagonizamos la verdadera obra, el verdadero texto que no se representa sino que se vive, como postales de sombra que nos invita a correr a los espejos, sabiendo que el tiempo es el gran enemigo, pero ese deseo de experimentar nuevas emociones nos ha llevado hasta esta fecha. Sin embargo, afuera hay un horrible vacío digo yo ahora.

           Los personajes necesitan de un espacio físico, reclaman a voces su atención. Sería muy triste que un día de estos tengamos que cerrar definitivamente el telón; Chejov, Oneill, Moliere, Strinberg, Shakespeare, quieren hablar, pero necesitan un espacio, un escenario propio.
           Nací en  Villa de Cura, un martes dos de diciembre de mil novecientos setenta y dos, aproximadamente como a la una  y media de la tarde en el hospital Dr. Rangel, día de santa Bibiana, según el calendario eclesiástico, y dicen que los nacidos los primeros días de este mes están bajo el signo de sagitario. Crecí rodeado en un ambiente artístico y religioso, mi primer regalo de niño Jesús, fue un cuatro, regalo que me obsequio mi abuela María Meléndez. Esa pasión por el arte  comienza en mi infancia. Estuve rodeado de músicos y poetas. El interés por la música despertaba  en mí, y gracias a Dios que conté con una madre que siempre me apoyó  en todo desde un principio. A los siete años charrasqueaba el cuatro guiado de la mano de mis primeros maestros: Mauricio Conoropo King, Revilla y Cheo Díaz, quienes en tertulias familiares  se dejaban acompañar por el niño aprendiz.
            A pesar de mi  inocencia me desarrollé en un mundo artístico, ya que mi familia hacía énfasis en formar al pequeño José Ángel, como un futuro músico. Mi niñez, fue normal, entre juguetes y caricias de mi madre y familiares, formado con buena educación y principios morales.
           La música no dejaba de ser mi vocación, a la vez crecía el sueño de pertenecer a los Niños Cantores de Villa de Cura, uno de los coros más importante del país  y del mundo. Hay una anécdota clave,  Los Niños Cantores, estaban cumpliendo 10 años de fundado y realizaron un concierto en la plaza Miranda frente a la iglesia, eso fue inolvidable, le dije a mi mamá, yo quiero estar allí ,en verdad era mi sueño  y dos  años más tarde fui seleccionado   para entrar a participar en el coro. Comenzaba una nueva etapa musical y por demás religiosa, ya que esta institución es dirigida por  un sacerdote, El Pbro. Salvador Rodrigo, a quien le agradezco mucho. Allí aprendió a conocer la música en un sentido más amplio, estudiando teoría y solfeo, canto, algo de violín y piano. Ser un niño cantor significa lo más grande para  un villacurano.
            En la Escuela de los Niños Cantores, permanecí hasta que me hice un adolescente. Aunque mi trabajo musical no fue específicamente en los Niños Cantores, ya que los pocos  ocho años  de edad comencé mi trabajo comunitario como líder,  organizando un grupo de parrandas, que le puse por nombre Caroní, pequeña agrupación que permaneció algunos años alegrando a los hogares en  las navidades. Años más tarde  con esos mismos muchachos de Aragüita fundamos un grupo de tambor.
         No descartaba la inquietud por las otras ramas del arte, desde pequeño sentí  la inquietud por la interpretación o representación de personajes, jugábamos  entre  primos y mi  hermana Betzy a personificar situaciones de la vida diaria, más que todo el ritual litúrgico, siempre realizaba el papel del sacerdote y todos los demás niños participantes, los feligreses que acudían a la misa.
            A los 14 años doy rienda suelta a la magia del teatro y la danza, mi madre se opuso rotundamente a la idea del teatro,  ya que su negativa era tan insistente decidí irme de la casa, para  vivir en el teatro. Regresé cual hijo prodigo cinco años  más tarde.
            Ya son casi 23 años de vida teatral, formándome con los mejores maestros de Venezuela.  Años de constancia y de lucha, de pena y éxitos, logrando premios y diversos reconocimientos por mi labor como actor y formador de nuevos talentos. Experiencia que por sentido nato vengo desempeñando. El teatro abrió las puertas al: fotógrafo, director, poeta, dramaturgo y pintor que estaba escondido, develando en el diafragma de mi perspectiva lo real de un mundo visual interno que se desarrolla continuamente.
               Es precisamente  el  “Teatro Estable de Villa de Cura”, que me da la oportunidad de incursionar en el mundo de las tablas, universo que hasta el presente estoy sumergido. Con  el Teatro Estable de Villa de Cura, han sido muchos los logros y éxitos, desde  el año de 1987. En él aprendí, me formé y me  capacité. Creo que ha sido la gran escuela de mi vida. La formación ha estado siempre de  mi mano  realizando talleres y cursos de mejoramiento profesional de: más de cuarenta talleres cursos y una montaña de experiencias y vivencias.            
              Formé parte del Teatro Nacional Juvenil de Venezuela, red de teatro que fundara el desaparecido Carlos Jiménez, director y fundador de la Compañía Rajatabla y que dirigiera Pilar Romero, allí me gané mi primer Premio Nacional, como mejor actor de Venezuela, gracias a aquel memorable personaje que hiciera  en una obra escrita y dirigida por el maestro Orlando Ascanio, “Divas”, Gracias al Teatro Estable.
Finalizaba la década de los ochenta, para el año de 1988, cuando forme parte del  cuerpo de baile de “Danzas Caribai”, agrupación donde compartí gran parte de mi juventud, viajes, y  muchas anécdotas inolvidables.
            No solamente  se dedicó a la danza nacionalista si no, también incursionó en la danza    contemporánea, realizando talleres con DANZAHOY, en el Teatro Teresa Carreño Caracas, en el Instituto Superior de Danza, Caracas, Acción Colectiva, Danza Contemporánea de Aragua, CEDANCO, tendiendo como maestros a: Adriana y Luz Urdaneta, Jacques Broquet, Luís Viana, Yulie Brasley, Julio Cesar Alfonso, Andrés Oropeza, entre otros.

          Pero es el teatro donde conozco  la  profundidad del arte, esta escuela me ha permitido descubrir la realidad de la vida, el hombre y su entorno. Es en el teatro donde logro afirmar mi vida profesional.
        En este transitar de pasos he tenido gran pasión por la enseñanza, desde muy pequeño lo  que he  hecho  es dar clases. He dictado más de 100  talleres a nivel regional, local y nacional. Una larga lista de instituciones, agrupaciones. Esta ha sido una de mis tareas, la formación de nuevos talentos, mi pasión está allí, dando clases.

         A lo largo  de estos 28 años de luchador social he visto el proceso humano desde diferentes ángulos porque he tenido la dicha de dirigir  algunos coros, grupos de teatro, de música, y danza. Fui director de Cultura del Municipio Zamora, Villa de Cura Estado Aragua por  siete meses en el año 99,  creo que hice el esfuerzo para levantar aquella casa de cultura “Rafael Bolívar Coronado”, Hacer un público con una programación continua, buenos espectáculos para todos los gustos y edades, una verdadera revolución cultural para la época, con una política de descentralización. Desgraciadamente el alcalde de turno, como muchos en la actualidad no han entendido que la cultura es prioridad para el desarrollo de un país. He escrito y compuesto algunos temas musicales, varias obras de teatro, algunos  poemas, ensayos y  soy colaborador  de la revista Expresión, El Aragüeño, La Antena, Hoy, Últimas Noticias  y otros diarios de circulación Nacional.
          Dentro de este contexto humano siempre  han estado el grupo de amigos,  ellos también forman parte del juego, todos artistas, intelectuales, quienes han aportado parte de sus conocimientos al perfeccionamiento de lo que hoy soy, no los puedo nombrar a todos, Adolfo Tosta, Angélica Llovera, Douglas Regalado, Oswaldo González, Nerio Báez,  Kristel Güirado, Aly Pérez, Elías Álvarez, Félix González, Jesús Córdova, Romano Matute, Cesar Sarmiento, Juan Carlos Chinea, Reinaldo Álvarez, Antonio Pérez, Chencho Adámes, Luis Enrique Torres, Orlando Ascanio, mi Gran Maestro y un largo etcétera, sin duda mi circulo de socialización está íntimamente ligado a las artes. 
            Tengo guardado en algún baúl de mi casa, viejas melancolías de esas que se agarran a las paredes, reconocimientos por parte del sector que dignamente represento, diplomas, condecoraciones. Aunque muchas veces he preferido pasar anónimo para  que otros se lleven los honores, dejando en la memoria colectiva la última palabra, porque estoy seguro que cuando yo cante no habrá duda  en mis romanzas. Antes de ir a los escombros viles he tenido las manos firmes y entre ellas esas recientes manchas  de amargos juramentos politiqueros que  han tratado de confundir al  hacedor de cultural. Nadie podrá agitar su ira en mi ventana. Ni me habrá de culpar porque en sus  ojos comience la nostalgia. Aquí estoy  intacto. Nada puede agitarme, nada pudo agrietarme, nada pudo quitarme mi ternura y mi sueño. Pero a veces sonrío frente algún viejo estanque y una rara tristeza se burla de mi rostro.
           Traigo mis maletas cargadas de sueños y de experiencias por estos años vividos, dispuesto a compartir y dar lo mejor de mí, sin reservas ni egoísmos. Traigo un vagón lleno de ilusiones que estoy seguro que se plasmaran en el lienzo de la vida real. Vivo  acompañado de la melancolía de mi vieja guitarra, donde trascurro las noches recitando algún poema, reinventando historias, abrazando la esperanza de que algún día veré los ojos del maestro, al lado de mis seis hijos, mirando todos los días bajo el lente de la cámara la realidad de mi país, descubriendo gestos, jugando con el recuerdo con el ir y venir del tiempo.
            El tren se marcha, y los actores yacen sobre el escenario, sus trajes un poco ya desgastados. El director ha vomitado todo su talento, buscando en los espejos una razón para justificar a los que nos abandonan; buscando en las noches una repuesta; en esos amaneceres de júbilo, en el más oculto recodo de la vida, pensando un poco en ese público que nos aplaude; en las deudas y el gran compromiso ante un equipo de jóvenes actores que reclaman el derecho a ser formados, a seguir creciendo como seres vivos, como niños, como venezolanos.

COMENTARIOS A ESTA ENTRADA:
Por: Anónimo
4 de septiembre de 2012 17:30
No estoy de acuerdo con muchas cosas dichas en esta sesión



2 comentarios:

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