(Entrevista hecha por José Rubén Mota a Orlando Ascanio en ocasión de celebrarse el día nacional del teatro).
28 de junio de 1994, DÍA NACIONAL DE TEATRO.
La mejor manera de iniciar una conversación sobre el trabajo teatral de Orlando
Ascanio, debe contar: además de la informalidad; con cigarrillos, mucho café,
algo de música de fondo, luz tenue, etc. Todo en función de lograr esa atmósfera
de intimidad, para poder estar a gusto; una intimidad que nos atraviesa, que nos
penetra, que nos desnuda y que sin duda es condición sin discusión de su trabajo. -
¿qué podrías decir a esta afirmación, Orlando?
Orlando.-
Será por la cuestión de querer encerrar las cosas; que siempre ha sido para mí
una obsesión, encerrarlas en el mejor sentido de la palabra; de conservarlas. Para
enfocar mi trabajo entre el hecho teatral, los actores y el público, no deben existir
separaciones, no solo físicas, aún emocionales. Es como la imagen de un cuarto
lleno de cosas viejas, de personas – reales o fantasmales – de historias. Todo
intacto. Todo en una unidad, en comunión hasta con el polvo; historias de objetos,
sonidos, y frases humanas. La nostalgia es algo lleno de intimidad... no puede estar
a la intemperie y ella también es parte constituyente y esencial de mi teatro.
José Rubén.-
Siempre he estado en contacto con tu trabajo. Se me dislocan muchas cosas por
dentro; con esa misma nostalgia de la que hablas, aún de aquellas que no me
refieren, que no pertenecen a mi historia particular... cuando piensas un montaje...
esa manera de involucrarnos a quienes somos tus espectadores, es algo incluido,
planificado, o meramente intuitivo?
Orlando.-
Es definitivamente intuitivo. Surge sobre todo en el proceso; por ejemplo: en el caso
de mi obra: “Alacranes” año 87. Uno de mis trabajos más acabados, supimos que
podíamos incluir algún baile del folklore en un momento del montaje, era algo que
parecía absurdo; otro sugirió un jazz viejo. De alguna manera hubo un encuadre
perfecto, en tanto, recuerdo infantil, en tanto, fotografía borrosa de cualquier niñez
en este país, además de ser una ruptura, algo refrescante y a la vez doloroso, en el
conjunto del trabajo... quizá esos detalles se convierten en estímulos de la nostalgia
de cualquiera. Esa es una respuesta posible.
José Rubén.-
En tantas conversaciones mantenidas a lo largo de todos estos años de amistad
y de ser uno de los seguidores de tu trabajo; he esta conciente de esa mágica
intuición que lo envuelve... pero hay algo que me preocupa; En éste país sin historia,
y es la pérdida de todo lo que pudiese ser un verdadero aporte, una manera nueva
de enfocar el quehacer teatral para la cual debes racionalizar y formalizar conceptos,
estructurar esa intuición tuya. No sientes esa preocupación?
Orlando.-
Inmensamente.
José Rubén.-
Muy bien. Pero mi pregunta, va más bien, en función de la necesidad de conformar
un cuerpo filosófico de tu trabajo, sin quitarle ni ponerle nada. Por ejemplo: como es
posible extraer el actor; si uno no contase con tu mágica intuición, esa conversación
en un impresionante personaje sobre la escena que nos ubica en el recuerdo, el
dominio casi perfecto del ritmo escénico? Hay una necesidad, una obligación, que
tienes con la posteridad, de establecer las pautas de tu manera de trabajar, de tu
forma creativa....
Orlando.-
Entiendo mejor tu planteamiento. Te puedo afirmar que si. Si me preocupa. He
pensado que a través de la revisión personal de mis montajes; puedo definir:
Métodos, conceptos.... alguien me dijo que podía dominarlo: Teatro del dolor,-
no me desagrada eso. Pienso que esa sensación tiene que ver mucho con lo que
hago... ando en busca de ese orden. Ordenar. Reflexionar sobre lo hecho, para luego
fijar las pautas. Lo que ocurre es que yo me metí en esto, de una manera directa;
de una vez sobre las tablas, aprendiendo el quehacer mismo, sin escuelas que
sustentaran teóricamente... luego me vi inmerso en un aprendizaje más formal...
talleres... experiencias... pero con tantas lagunas; con la misma deficiencia que
ha caracterizado todo el proceso de aprendizaje de las artes en esta país. Muy por
el contrario ahora que existen institutos, centros para la formación que te pueden
sustentar inquietudes y vías hacia la formación artística que deseas. Aunque en
general, somos nosotros mismos, quienes debemos buscar ese lenguaje, saber
discernir lo que va y lo que no va, quién nos va a orientar o desorientar. La intuición
de la que me pediste que hablase también es fundamental aquí. Después de venir
la conjugación con el proceso creativo personal en si, el saber que es lo que se es.
He alcanzado verdades en esta búsqueda. La meta de alcanzar la totalidad humana
en mi teatro es una; convertir la nostalgia, la intimidad en un hecho realmente vivo
es otra. Antes mirándome en los espejos que también son algo obsesivos para mi,
me asaltaban una multitud de imágenes, demasiadas y sin orden. Un caos reflejado.
Viene a mi mente aquello de que hablaban los griegos – lo oí no recuerdo donde –
“Que los espejos en la medida que uno se mira en ellos te atrapaban el alma, te
robaban el espíritu”. Esa imagen me parece fascinante. Hoy siento la necesidad de
mirarme de nuevo y encontrar reflejado todo ese robo que me han hecho los espejos
donde me he mirado o tal vez encontrar un desorden ordenado de imágenes con una
directriz, con parámetros que sirvan de referencias no solo a mi sino a otros.
José Rubén.-
Crees que de alguna manera esa preocupación, esa necesidad de definiciones, de
establecer un método o la filosofía de tu creación, ha empezado a convertirse en
realidad?
Orlando.-
Es posible. Mis observaciones anteriores, me señalan que algo ha comenzado a
cuajar. Hay algo curioso que me viene a la memoria, sobre algo que me dijiste una
vez: que en todos mis montajes yo jugaba el ajedrez y al buen ajedrez. Siempre te
respondía, que en mi puta vida jamás he jugado eso. Es más no lo entiendo. Siempre
que miraba a dos personas en ese afán, me parecía algo aburridísimo. El jaque, el
mate, el enroque, las salidas, los avances y los repliegues y hasta el sacrificio....
puras palabras sin sentido para mi; ahora sin embargo bien mirado el asunto,
después de tantas reflexiones; he comprendido en algo aquella comparación tuya.
Quizás por esa misma necesidad de la que hablamos, sabiendo que lo jaques son
amenazas, peligros que se anuncian. Esos avances y repliegues en un espacio
definido a tiempo y a des-tiempo: se parecen tanto a la vida. Ese mate que es
la muerte del vencido y que no se muestra sin embargo. Todo ese juego con un
orden estructurado; con reglas definidas. He empezado a mirarme a mi mismo en
función del jugador de un lado del tablero y el espectador del otro; participando
activamente, aunque yo sea quién intuye sus jugadas. Las piezas son mis actores;
con la salvada diferencia de que ellos son la mejor expresión de la totalidad humana
que quiero alcanzar en mi teatro y no esas piezas inermes. Esa comprensión de tu
vieja observación y ese mirarme a mi mismo a empezado a concretarse la estructura
necesaria de la que hablamos, aunque sigo siendo un experto jugando el zorro y las
gallinas y por supuesto con los naipes... buscando conocer ese pasado, ese futuro
que constituye algo esencial en mi visión y en mi imaginación a la hora de crear.
José Rubén.-
Eso me recuerda una imagen, que sin cesar he vinculado a Orlando Ascanio:
la del gitano. Que hoy está aquí, mañana en otro pueblo; negándose a la
institucionalización, a pesar de considerarle por encima de muchos otros que hoy
son vacas sagradas del teatro nacional. A pesar de compartir esa erancia, algo
me inquieta, esa práctica de vida, por ejemplo: alguien que conocí hace muchos
años, otro de esos maestros, con los cuales he tenido la suerte de rozarme: Fritz
Benneewitz, director artístico de Weimar R.D.A. decía de su trabajo itinerante por
el mundo, dictando talleres sobre Brecht, que para él, esa era una manera de no
anquilosarse, de no agotarse como creador. Es el espíritu que te mueve?
Orlando.-
Si. Es una forma de nutrirme en la búsqueda, de estar lleno y estar al día con mi
tiempo, con mi historia, con la vida inclusive. Hoy pienso que un sitio fijo también
podría cumplir esa función como la es Villa de Cura, donde llevo un cierto tiempo.
Es el producto de una nueva madurez. La tarea ha sido difícil y es como comenzar
de nuevo. Ahora estoy al frente del Teatro Nacional juvenil de Venezuela núcleo
Aragua y eso me compromete a fijar metas importantes. Iniciar nuevas estrategias
para la investigación y la difusión de la actividad como tal para su mejor desarrollo.
Establecer intercambio de opiniones y experiencias. Comenzar de nuevo; lo
importante es que hay un terreno abonado, un estudio sobre el suelo donde se va
a pisar para concretar una serie de ideas, de sueños que se fueron acumulando
durante años.
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